jueves, 22 de noviembre de 2012
amaneciendo... un 24 de abril, o el precio de la soledad
El arte nos libra ilusoriamente de la sordidez de ser.
Mientras sentimos los males y las injurias de Hamlet, príncipe de Dinamarca, no
sentimos los nuestros —viles porque son nuestros y viles porque son viles. El amor, el sueño, las drogas e intoxicantes, son formas
elementales del arte, o, más bien, de producir el mismo efecto que él. Pero
amor, sueño y drogas tienen cada uno su desilusión. El amor harta o
desilusiona. Del sueño se despierta y cuando se ha dormido no se ha vivido. Las
drogas se pagan con la ruina de ese mismo físico para estimular al cual han
servido. Pero en el arte no hay desilusión porque la ilusión ha sido admitida
desde el principio. No hay que despertar del arte, porque en él no dormimos,
aunque soñásemos. En el arte no hay tributo o multa que pagar por haber gozado
de él. El placer que nos ofrece, como en cierto modo no es nuestro, no tenemos
que pagarlo o que arrepentimos de él. Por arte se entiende todo lo que nos
deleita sin que sea nuestro —el rastro del paso, la sonrisa ofrecida a otro, el
ocaso, el poema, el universo objetivo. Poseer es perder. Sentir sin poseer es guardar, porque es
extraer la esencia de algo.
Fernando Pessoa ( del Libro
del desasosiego)
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